Quería ser mi propio jefe
Esa pasión está detrás de la puesta en marcha de decenas de miles de empresas. Y no hay nada malo con ese deseo. Algunas de las grandes empresas en todo el mundo se han iniciado en los sótanos y los garajes de personas «comunes» que tenían el deseo de construir una nueva organización y de desarrollar nuevos productos y servicios.
Pero, en realidad, incluso si usted dirige su propio negocio, sigue teniendo un jefe, les debe servir a sus usuarios y a sus clientes y hacerlos felices, o su empresa irá a la quiebra.
El servicio a los demás no es un mal necesario, no es algo que hay que soportar hasta que finalmente llegue el día en que uno sea lo suficientemente rico como para hacer absolutamente lo que quiera. El servicio a los demás es una actitud central que Dios quiere edificar hasta en el último de sus hijos, ricos y pobres, altos y bajos, tanto ahora como en la eternidad.
La actitud de servir con alegría es un comportamiento aprendido, que no llega de manera fácil y rápida a necios pecadores como usted y yo.
“El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:26,27). Jesús dijo eso.
Mi Salvador
Es probable que las historias sobre Jesús que los niños llegan a apreciar más al comienzo sean las que tienen que ver con su poder. ¡Él fue un gran hacedor de milagros! Señor del mar, maestro de las tormentas, conquistador de la enfermedad, vencedor de los demonios, resucitador de muertos; no hay nada que él no pueda hacer. Él es el héroe máximo, es incluso más tranquilo que Batman o Supermán.
Pero a medida que uno envejece, llega a apreciar aún más a Jesús en sus actos de servicio humilde. Una de las historias más poderosas de toda la Escritura proviene de la noche del Jueves Santo. Pocas horas antes de su crucifixión, Jesús les enseñó a sus discípulos una lección inolvidable sobre cómo es el liderazgo de servicio.
De rodillas ante cada uno de ellos, tomó un recipiente con agua y una toalla y les lavó los pies. Fue a través del servicio y el sufrimiento como Jesús nos redimió. Su ejemplo de servicio humilde le da forma e inspira nuestra actitud cada día.
Nacido en un establo
Esta semana fui a visitar a una nueva mamá en el pabellón de mujeres de una clínica ¡Es todo un palacio para un nacimiento! Un entorno cómodo y agradable, música suave, luces tenues, enfermeras, obstetras experimentados y atentos, elementos deslumbrantes de tecnología disponibles para cada necesidad. Había incluso gorros de lana hechos a mano y botines para cada nuevo bebé. ¿Ya mencioné la excelente comida?
Cuando el Hijo de Dios decidió convertirse en el Hijo del hombre, no llegó al planeta tierra en un pabellón de mujeres, aterrizó en un granero, un lugar para animales no para personas. La pareja que lo esperaba aparentemente fue tomada por sorpresa. No tenían zapatitos para bebé ni cobija; parece que José tuvo que romper su camisa para su primera canastilla.
“Aconteció que estando ellos allí se le cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:6,7).
La humildad del nacimiento de Jesús, escogida por su Padre, no es casual, envía un mensaje poderoso sobre lo que vino a hacer; él vino a experimentar toda nuestra humanidad, vino a sufrir por nosotros y con nosotros. Nació en un establo para que podamos vivir por siempre en su mansión.
Nacido bajo la ley
Al hecho de que el acusado aparezca por primera vez en la corte, se le da el nombre de comparecencia. Es ahí cuando se presentan las acusaciones formales.
La Biblia enseña repetidamente que todo ser humano que haya vivido está citado a comparecer ante Dios, el Juez. Sin la intervención divina, cada caso resultaría en lo mismo. El juez, que también es el Hacedor de todo, tiene expectativas puras y santas de todos. Les hizo conocer a todos su ley y su voluntad. Todos han pecado contra él. Todos son culpables.
La encarnación de Jesús hizo posible que existiera un substituto divino para todos nosotros. Entró en el «juego», como todos nosotros, con sujeción a las órdenes y las maldiciones de la ley. “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley” (Gálatas 4:4,5).
¡Qué misericordioso acto de humildad! El Co-Creador del universo se sometió a las reglas de otros con el único propósito de darnos su vida perfecta. Por la fe, usted puede reclamar la santidad de él como si fuera suya. ¡Por medio de la fe, ahora es suya!
Una actitud de servicio
Un pastor acababa de terminar de orar con una mujer gravemente enferma. Salio al pasillo del hospital para hablar con su hijo por unos minutos. “John», le dijo, «vas a tener que hacerte cargo de la casa, mientras que tu madre está tan enferma; vas a tener que mantenerla limpia y hacer las comidas para tu mamá”.
Él negó con la cabeza, y dijo: «Ese no es mi estilo».
A todos nos gusta que nos atiendan; todos pensamos que merecemos que nos mimen. Trabajar con alegría por los demás es un concepto extraño; por naturaleza, no es nuestro estilo servirles a los demás. Ese es un comportamiento aprendido, y algunos, como John, parece que nunca lo aprendieron.
Jesús mismo, que es nuestro héroe, dijo una vez, “el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mateo 20:28). Si el Señor omnipotente halla satisfacción en hacer cosas que le traigan beneficio a las demás personas, tal vez ese sea un indicio de cómo voy a encontrar satisfacción en mi vida. ¿No es actuando de la misma manera que Jesús como voy a hallar alegría en dar? ¿No es así como voy a recibir dando?
Mi familia
La alegría de servir no se aprende en las calles; en ellas por lo general gobiernan la arrogancia y la bravuconería; tampoco se encuentra en el cine, Los atributos de belleza y fuerza que idolatramos en la gente se convierten en puro egoísmo, ¿no es así?
¿Sabe dónde se enseña mejor y se da ejemplo de la actitud de un siervo? Exactamente en el hogar. Probablemente nadie puede respetar a un jefe hasta que haya aprendido primero a respetar a su padre. Probablemente nadie les va a servir bien a los demás hasta que haya aprendido a servir a la propia madre. Cuanto más temprano comiencen los padres con la terapia de la “alegría de servir” con sus hijos, mejor será el resultado.
Sumisión mutua
No es tan malo que le bajen a uno los humos de vez en cuando. Satanás siempre está tratando de lograr que nos auto-inflemos con el flato del ego. Es bueno que cada uno se empequeñezca y engrandezca a los otros. San Pablo escribió: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Efesios 5:21).
El hogar es un lugar ideal para practicar el elogio, el consuelo y la lealtad a otras personas; el hogar es un lugar ideal para practicar el trato a los demás como más importantes que uno mismo, de ofrecerse y dedicarse personalmente para que la vida de otra persona sea mejor. El que no puede amar de manera incondicional a sus propios padres, hermanos y niños, probablemente no será capaz de hacerlo por nadie.
Un esposo siervo
A veces se piensa que el liderazgo es el poder para hacer lo que uno quiere, el poder para controlar a los demás, el poder de manipular. Pero el liderazgo de Cristo, es decir, el liderazgo de servicio, tiene como objetivo hacer que la vida de la otra persona sea mejor. En el mundo de Dios, los esposos líderes se ocupan, en primer lugar del bienestar de la esposa y de los hijos.
Este es el plan: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia” (Efesios 5:25). Observe el ejemplo que han de seguir los esposos. Dios no dice que los maridos deben amar a sus esposas como James Bond «amó» a sus novias o como Hugh Hefner «ama» a sus compañeras de juegos.
Cristo hizo que nuestro perdón y salvación fuera su primera prioridad, más importante que su propia comodidad, sus preferencias, e incluso su vida; literalmente nos amó hasta la muerte, su muerte.
Enseñe a sus hijos
¿Por qué es tan difícil enseñarles a los niños a servir? ¿Por qué es tan diabólicamente difícil hacer que los niños piensen en los demás antes de hablar y de actuar? Tengo algunos débiles recuerdos de regaños que recibí de mi padre por mi propio egoísmo juvenil. Educar a los hijos para que tengan un espíritu de servicio es terriblemente difícil, pero es un trabajo que hay que hacer. Dios nos da la orientación y el poder en su maravillosa Palabra. “El que [anhela obispado] que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (1 Timoteo 3:4).
Padres, si sus hijos no aprenden a respetarlos a ustedes, probablemente tampoco van a respetar a sus maestros. Ni a la señora del almuerzo. Ni al guardia del cruce. Ni al jefe en el trabajo. Ni los límites de velocidad. Ni las leyes. Ni a la policía.
Ni a Dios.
Cuide a las personas mayores
Hay un impulso natural en todos nosotros a despreciar a los que creemos que son más tontos que nosotros y a tomar ventaja de los que son más débiles que nosotros. Adulamos a los bellos, a los ricos y a los poderosos, y despreciamos a los perdedores.
¿Se puede respetar a alguien que esté en una silla de ruedas? ¿Vale la pena que usted utilice su tiempo para ayudar a que sus familiares ancianos permanezcan un tiempo más en el hogar? ¿Está usted demasiado ocupado y es demasiado importante para que se tome la molestia de ayudar a personas que tienen las manos temblorosas y casi no oyen?
“Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8). El amor de Jesús tiene que ver con las dificultades; todo lo que hizo fue por las personas más sucias, más pobres, más enfermas, más ignorantes, quebrantadas, indignas y perdidas; halló gozo en servir; él sonríe y nos promete que vamos a encontrar la plenitud en sus pasos.
Busque, mire a los de su familia. ¿Quién lo necesita hoy a usted?
Haga el bien a todos
“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y especialmente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).
Desde luego, Dios quiere que nos preocupemos por la comunidad de nuestra iglesia, pero en algunas ocasiones podemos adorar mejor a Dios en las calles que en la iglesia. Cuando los cristianos actúan como Cristo en el mundo, honran a Aquel cuya sangre pagó los pecados del mundo. Cuando amamos a los demás como los amó Cristo, con real y auténtico interés, destruimos la caricatura de los cristianos como presuntuosos críticos hipócritas.
Cuide a los débiles
Cuando unas personas se convierten en proveedoras para las necesidades de otras personas con necesidades especiales, tiene lugar una extraña paradoja. Si no hubiera conocido a las familias, jamás hubiera pensado que un niño con síndrome de Down, o espina bífida o parálisis cerebral pudiera ser una carga tan terrible. Se podría pensar que es una terrible maldición estar obligado a asumir esa abrumadora responsabilidad.
Pero, en realidad ocurre lo contrario. La familia se ennoblece y se estimula cuando sus miembros aprenden a ser siervos. Los miembros de la familia descubren que la alegría de ayudar a otro, especialmente al que es más débil, ofrece una satisfacción mucho más duradera que los videojuegos y ver la televisión.
“La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” (Santiago 1:27). Todos queremos ser importantes; ¿qué podría ser más importante que vivir nuestra vida de la misma manera que Jesús vivió, llevando beneficios a la vida de otras personas?
Pague sus impuestos con alegría
Tal vez usted también se ha quejado al diligenciar su formulario de impuestos. También, muchos israelitas del primer siglo estaban resentidos por los impuestos que les exigía roma. En una ocasión, los enemigos de Jesús trataron de utilizar ese sentimiento popular para llevarlo engañosamente a defender la evasión de impuestos.
“Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: –¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. Entonces les preguntó: — ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: –De César. Y les dijo: –Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:18-21).
Me encanta ver los bosques nacionales y las áreas silvestres, conducir por las carreteras interestatales, disfrutar de la seguridad de unas fuerzas armadas poderosas, y confiar en un sistema judicial fuerte. ¿Por qué no estoy más dispuesto a asumir mi parte de lo que cuesta pagar todas esas cosas maravillosas? Sólo por egoísmo, supongo.
El Dinero
Dios tiene mucha competencia para ser incluido en la categoría de lo que la gente más desea. Jesús había estado observando el comportamiento humano durante muchos milenios y vio emerger un triste patrón; lo vio en el corazón materialista de uno de sus amigos más cercanos, uno de sus discípulos escogidos, Judas. Vio que el dinero se puede convertir con facilidad en un ídolo, en un dios sustituto que gobierna el corazón de las personas.
Jesús dijo una vez: “Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).
¿Cómo puede saber una persona a quién le está sirviendo? Si le está sirviendo al dinero, encontrará justificación para mentir y engañar para conseguirlo. Si le está sirviendo al dinero, encontrará justificación para robarlo, para acapararlo, y hacer ostentación de él.
Si le sirve a Dios, siempre va a reconocer que todo le pertenece a Dios. Se va a ver a sí mismo sólo como un administrador temporal, que es responsable ante el gran Rey. Va a encontrar más alegría en el uso de dinero para llevar a cabo los propósitos de Dios que en la adquisición de bienes o experiencias para sí mismo.